Comienzos inesperados
Pero qué sería de una historia sin nuestro primer Héroe quien movería todo esto. Esta historia inicia con un joven pelirrojo, el cual escondía su rostro tras una máscara y unos cuantos de cientos de libros. Este chico parecería muy inseguro a simple vista, pero aquel viaje que emprendería le demostraría todo lo contrario. Prefiriendo antes salvar un libro que la vida humana, nadie creería que aquel muchacho sería uno de los héroes que ahora clamamos su nombre, era Yokai o mejor conocido como, El Aprendiz…
En la biblioteca más grande que se encontraba en Ciudad de Durem -en la zona más oscura y alejada, se encontraba un escritorio repleto de libros. Una inmensa montaña de libros tan vasta que no dejara ver al joven Yokai, el cual sostenía una pluma en su mano derecha y tomaba con su mano izquierda un pergamino tachonado y manchado de tinta.
Yokai observaba con gran entusiasmo aquel enorme libro abierto por la mitad. Sus ojos no se mostraban debido a la máscara que poseía, era difícil saber para la mayoría de las personas que sentía el joven pelirrojo. Su máscara era un perfecto escudo para guardar sus sentimientos, mostrándose siempre como una persona fría y calmada, como si se desconectara del mundo que lo rodeara.
Pero repentinamente y cortando aquella zona de tranquilidad y silencio, las dos inmensas puertas de la entrada a la biblioteca se abrieron azotándose contra la pared, dejando paso a un joven exaltado.
Joven: ¡Joven Yokai!, ¡¿Donde se encuentra?!, ¡Joven Yokai!, ¡Su padre!, ¡Yokai!, ¡Este no es el momento para leer!
Gritaba desesperado el joven, el cual mostraba una gran preocupación. Con la respiración acelerada y rostro sudoroso era un claro ejemplo de la eminente emergencia que trataba.
Corrió para los amplios pasillos de la biblioteca gritando desesperado el nombre del pelirrojo. Dando un giro repentino en la esquina del pasillo hacia la otra habitación, sin poder evitarlo su cuerpo había chocado contra alguien, que al igual que el joven angustiado se encontraba en el suelo. El joven alzó la vista y para su alegría notó al pelirrojo al frente suyo.
Joven: ¡Yokai! ¡Yo pensé que jamás lo encontraría!
Expresó el joven agitado. Pero Yokai solo se limitó a levantarse, sacudió su ropa, ajustó su máscara un poco torcida, acomodó su corbata y tomó los tres libros que se encontraban a su costado en el suelo, para después dar media vuelta.
Yokai: Este es una biblioteca no un maratón, para la próxima ocasión le solicito que considere mis palabras y aplique las normas de conducta en una biblioteca.
Dijo Yokai mientras avanzaba con pasos lentos, de igual forma giraba su rostro hacia los estantes de libros a su derecha. Pero el joven que aún se encontraba en el suelo, incrédulo de que el enmascarado no lo hubiera oído, se levantó del suelo y observó a Yokai.
Joven: Lo lamento, mi comportamiento no fue el más indicado…
Contestó un poco apenado, pero tan rápido como había recordado el porqué de su desesperación, tomó aire. Cerrando sus manos intentando coger valor por la noticia que le daría.
Joven: ¡Joven Yokai su padre! ¡Su padre acaba de fallecer!
Yokai paró en seco. Su respiración se cortó y sus ojos por primera vez desde que usaba esa mascara se podían ver. Un claro sentimiento de terror se reflejó en su mirada, tomó con mayor fuerza los libros que tenía en sus manos mientras pasaba duramente saliva por su garganta.
Yokai: Es…Es una lástima…El…Será irremplazable en la biblioteca.
Intentó sonar lo más serio posible mientras retomaba su caminar ante los ojos indignados del joven.
Joven: Pero joven Yokai…Su…Su padre…
Balbuceaba sin comprender la actitud del pelirrojo, el cual extendió su mano hacia la repisa y tomó otro libro del estante.
Yokai: Estoy ocupado…ya que…mi padre a fallecido…debo de terminar con sus deberes…y con mis investigaciones…si me disculpas regresare a mi escritorio.
Contestó el pelirrojo que con su lento andar cerró con lentitud sus ojos y espero a que por fin estuviera sólo para poder esconder su pena bajo sus fieles e incondicionales libros. Dobló hacia la derecha, perdiendo de vista al joven, el cual ya se había retirado dando fuertes asotanes contra las puertas.
Yokai recargó su espalda contra el estante de madera mientras que soltaba sus libros. Dejando sus manos libres para liberar su rostro de aquella máscara que lo protegía del mundo exterior, sus ojos se volvieron brillosos mientras observaba el suelo que empezaba a adquirir pequeñas gotas.
Yokai: Padre…
Fue lo único que había salido de los labios del joven, apretó con gran ira su máscara intentando en vano romperla para después arrojarla sobre la pila de libros de su escritorio, que al contacto con la máscara se derribaron.
Yokai: ¡De nada sirve haber estudiado tanto buscando una cura!... ¡yo…yo!...!!Te había prometido encontrar una cura!!
Se repetía molesto el pelirrojo, empezando a lanzar cualquier objeto que estuviera a su alcance, solo observando como los papeles volaban, los libros estaban tirados en el suelo y los estantes de libros derivados unos sobre otros.
A pesar de la ira y pena que pasaba Yokai, se negaba a expresarla con los demás escudándose bajo su máscara y una fachada de indiferencia, así estuvo hasta el día de del entierro, mientras que los otros lloraban su pérdida, el enmascarado solo se limitaba a mirar como en aquella caja de madera enterraban a su padre.
El tiempo trascurría y con él las personas, dejando sobre ya el montículo de tierra, unos claveles, aquellas flores significaban distinción y nobleza, así era como veían los demás al padre de Yokai como alguien distinguido y noble, siempre intentando apoyar a los demás, cuando la lluvia cayó, un mayor número de personas se habían retirado, solo había quedado Yokai y un anciano que no dejaba de beber mientras hablaba incoherencias sobre la lápida.
El anciano se inclinó y dejo sobre las otras flores un camelia blanca, una amistad inquebrantable, cuando regresó a su posición, el anciano se acercó con lentitud al pelirrojo que se encontraba empapado frente a la tumba, no había movido un solo músculo ni hablado desde que había llegado.
Anciano: Fue un buen hombre.
Dijo el viejo mientras esbozaba una sonrisa en la cual se notaba los dientes que había perdido, mientras elevaba su mano hacia el joven para palmear su hombro.
Anciano: Animo pequeño Yokai, se dice que la muerte solo es el principio bajo otro camino…y si eso es así, ese malvado de Edredon siempre se me quiere adelantar.
Dijo el viejo, pero después elevó una ceja.
Anciano: O ¿eso es lo que nos dicen en el acilo para que no hagamos una revuelta?
Se preguntó el anciano que solo recibió un leve chasquido de los dientes del pelirrojo.
Yokai: Está comprobado que no existe nada más “allá” cuando uno fallece, usted solo es un anciano decrepito.
Contestó con molestia el pelirrojo, sin siquiera querer medir sus palabras o tono, pero el anciano solo había empezado a reír mientras levantaba su bastón.
Anciano: Entonces hay que hacer una revuelta.
Dijo el anciano que empezaba a alejarse del joven.
Anciano: Pero no lo olvides, Edredon te amó como un hijo, tal vez no seas su sangre pero te amó como uno.
Prosiguió el anciano, pero lo que aquel viejo no había notado era el gran desconcierto del pelirrojo, que inclusive había causado que retrocedieran unos pasos siendo la primera vez desde la mañana que se había movido de su posición, giró su rostro hacia donde se dirigía el anciano y con vos dudosa preguntó.
Yokai: ¿Me amaba como tal? ¿¡A que se refiere señor!? ¡Yo soy su legítimo hijo!
El anciano volteo a ver al joven que esperaba expectante una respuesta, pero solo recibió una sonrisa mientras volvía a retomar su curso y gritaba.
Anciano: ¡Es hora de romper el silencio, nuestro viaje inicia!
Yokai quedó perplejo ante las palabras de aquel anciano, elevó sus manos hacia su cabeza tomando su cabello y haciéndolo hacia atrás mientras observaba el suelo, intentando comprender lo que estaba sucediendo.
Yokai: …no…no puede ser…yo…escuche mal.
Incrédulo y siendo la primera vez en su vida, Yokai no comprendía lo que pasaba a su alrededor. Giró su rostro hacia el cielo mientras bajaba sus manos, las cuales las había apretado con gran fuerza notando como sus guantes blancos y empapados empezaban a tomar un leve color rojizo, el cual empezaba a caer en pequeñas gotas, tomó aire y gritó con todas sus fuerzas.
Yokai: ¡¿QUÉ ESTÁ PASANDO! ¡Soy Voltair Yokai! ¡Hijo de Voltair Edredon!
Desde aquella noche tormentosa Yokai había estado más distante y serio que nunca en su vida, los acontecimientos habían provocado que perdiera su concentración y seguridad de que era su realidad y que no lo era, se había encerrado en el antiguo despacho de su padre negándose a ver a cualquier persona, el joven solo tenía deseos de terminar su deber.
Pero de aquel acontecimiento habían trascurrido 4 años, en los cuales, Yokai había preferido olvidar aquella verdad o duda que había surgido en su ser, prefiriendo olvidar su pena bajo el trabajo, distanciándose de todo ser vivo; hasta una noche fría de enero, cuando se encontraba haciendo trabajo extra como era su costumbre, en el viejo despacho de su padre, anotando en un pergamino con una fina pluma, mientras revisaba sus apuntes pasados en unos viejos libros.